©Julien Douvier
..."Y cuando la hora lo permite y mi corazón ya es de las cosas buenas, me tumbo cuan largo soy en la hierba húmeda o trepo al tronco más cercano para mecerme en sus ramas, aspiro el aroma de las yemas y de la resina fresca, veo el ramaje y el verde y el azul confundirse por encima de mí y entro, como un sonámbulo, como un huésped silencioso, en el jardín dichoso de mi niñez. Esto es algo que ocurre muy raras veces, y es preciso volver allí de un salto, al claro aire matutino de la primera juventud y, ver el mundo tal cual salió de las manos de Dios y tal cual todos lo vimos cuando éramos niños, cuando también en nosotros se producía el milagro de la fuerza y la belleza.
Entonces los árboles se alzaban felices y obstinados en el aire; en el jardín brotaban espléndidos y hermosos narcisos y jacintos, y los seres humanos, a los que todavía apenas conocíamos, nos trataban con ternura y bondad porque en nuestra lisa frente aún sentían el aliento de lo divino, del cual nada sabíamos, y que, sin quererlo ni saberlo, se nos perdió en el afán por crecer y crecer."
De De los tiempos de infancia, 1904 (fragmento)
©Getty - Hermann Hesse
LAS PRIMERAS FLORES
Junto al arroyo,
tras los prados rojos,
las flores amarillas
ya han abierto
sus ojos dorados.
En mí, perdida ya la inocencia,
el recuerdo bulle primero
en la dorada primera hora de mi vida
y me contempla con los ojos de las flores.
Ahora las dejo, no las toco,
vuelvo a casa, ya soy un hombre viejo.
De Las estaciones
©Marinus - Dutchland - Narcisos
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