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©Edit.Bordas - Pascal Quignard - París - 2008
En el fondo del hombre hay una noche irresistible. Cada anochecer, los hombres y las mujeres se quedan dormidos. Se hunden en esa noche como si las tinieblas fuesen un recuerdo.
Quien tiene un secreto tiene un alma.
El misterio surge cuando viene a añadirse la fascinación al espanto.
Nadie salta por encima de su sombra. Nadie salta por encima del origen.
El rasgo del orgasmo es temporal: es la pérdida de la conciencia de la duración.
El silencio en nada define la carencia sonora: define el estado en que el oído está más alerta.
Hay una edad en la que el hombre ya no se encuentra con la vida, sino con el tiempo. Ya no vemos vivir la vida. Vemos el tiempo que devora la vida cruda.
Hay que ceder al propio secreto hasta el punto en que la vista no está impedida de hacerlo. El sueño es lo único que lo revela para el soñante, que está solo, en forma de imágenes. Nunca se comparte el sueño. No lo compartimos siquiera con el lenguaje.
El individuo es como la ola que se levanta en la superficie del agua. No puede separarse de ella completamente. Y vuelve a caer rápidamente en la masa solidaria, que se la traga. Vuelve a caer una y otra vez continuamente con el movimiento irresistible de la marea que la arrastra. Pero ¿Por qué no levantarse una vez, y otra vez, y otra vez?
Pascal Quignard
©Hugo Simberg
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