viernes, 3 de agosto de 2012

LA MONROE


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                                                                                     ©Ed Feingersh - N.Y. - 1955


Canción triste

Tengo una lágrima colgando
sobre mi cerveza
que no termina de caer.

Esta mal que me sienta morir
cuando contemplo lo que he vivido.

Un mínimo alivio
a tamaño dolor
sería suficiente

como clavo ardiente
al que agarrarme.

Es estupendo estar viva.
Me dicen, sí,
que soy afortunada por estar viva.
¡Pero es tan difícil sentirlo
cuando todo me hace daño!




                                                                                    ©Ed Feingersh - N.Y. - 1955


¡Socorro, socorro!
¡Venid en mi ayuda!
Siento la vida que se acerca
cuando lo único que deseo es morir




De marinos

Vi un gran grupo de marinos jóvenes y solitarios
parecían demasiado jóvenes para ser
tan tristes
me recordaron aquellos
tiernos árboles que aún germinan
pero están ya quebrados por el dolor



                                                                                   ©Ed Feingersh -  N.Y.  1955



El dolor de su añoranza cuando mira a otra
como una frustración desde el día
en que nació
y yo con mi despiadado dolor

y su dolor por la añoranza
cuando mira y ama a otra
como una frustración desde el día
en que nació
tenemos que sobrellevarlo
me muevo tristemente porque no siento alegría alguna.



                                                                                       ©Ed Feingersh - 1955 -  N.Y.


Ay maldita sea me gustaría estar
muerta -absolutamente no existente-
ausente de aquí -de
todas partes pero cómo lo haría
Siempre hay puentes -el puente de Brooklyn
Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura
y el aire es tan limpio) al caminar parece
tranquilo a pesar de tantísimos
coches que van como locos por la parte de abajo. Así que
tendrá que ser algún otro puente
uno feo y sin vistas -salvo que
me gustan en especial todos los puentes -tienen
algo y además
nunca he visto un puente feo









                                                                                ©Ed Feingersh - N.Y.  1955

En sus cartas dirigidas a su psiquiatra, el doctor Ralph Greensom, en 1961, la actriz intenta explicar esa doble cara suya, triste y alegre, una duplicidad que ella conocía muy bien y que, lejos de resultar chocante, debería explicar el por qué de su profunda y todavía hoy inagotable belleza:

"Sé que nunca seré feliz, pero sé que ¡puedo ser muy alegre! Acuérdese, ya le conté que Kazan me dijo que era la chica más alegre que había conocido nunca y creo que ha conocido a unas cuantas. Pero me quiso durante un año, y una vez me acunó cuando tenía una angustia muy grande. También me sugirió que me psicoanalizara y luego quiso que trabajara con su maestro, Lee Strasberg. ¿Es Milton quien escribió 'los hombres felices nunca nacieron'? ".

"No es tan divertido conocerse demasiado o creer que se conoce uno demasiado -todo el mundo necesita un poco de amor propio para superar las caídas y dejarlas atrás".

¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo? Es lo que Arthur Miller escribió en Vidas rebeldes para su mujer, la película de John Huston de 1961, la última que acabaría la actriz y la última también de su admirado Gable. El diálogo en el que el viejo galán, le dice a la chica rubia que es la mujer más triste que ha conocido nunca probablemente forma parte de los momentos más estremecedores de la historia del cine. "Pues todo el mundo piensa que soy muy alegre", replica ella. Ante lo que el honorable Gable responde: "Eso es porque cualquier hombre se siente feliz al mirarte".



                                                                            ©Elliott Erwitt - N.Y.- 1956


                                                                                                   ©Cornell Capa

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