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©Toni Demuro
La auténtica locura parece ser la que excita más intensamente la imaginación popular, bien en el sentido de la inquietud o bien del terror.
Un instinto infalible advierte a esas almas pueriles de la decepción divina, implícita en el naufragio de una Inteligencia, y la enormidad de semejante desastre es sentida profundamente por los seres sencillos, hecho que no ha anulado la necia ciencia de las demostraciones.
Prueba sobrenatural o castigo severo por no importa qué crimen, esta incomparable miseria los sume en la inquietud y temen el contagio.
Sólo así puede explicarse el extraño terror, el supersticioso alejamiento de una población -todavía piadosa- de los confines de este funesto bosque de Maine en el que Carlos VI se volvió loco.
del cuento:
La casa del Diablo, de:
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