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Tony Curtis, el niño que se escapaba al cine para huir de su pobre infancia y llegó a lo más alto después de subir y bajar varias veces las escaleras de Hollywood, ha fallecido hoy a los 85 años.
De pequeño, la butaca y la oscuridad de la sala de cine fueron el refugio de un niño que quería olvidar lo que había fuera. Allí era el espectador de historias inolvidables, pero al encenderse las luces volvía a ser el hijo de un sastre inmigrante húngaro que nunca trajo suficiente comida a la mesa.
Pero, como lo hacía cuando era un niño pobre que se escapaba al cine para olvidar los golpes que su madre esquizofrénica le propinaba, a mitad de su carrera, volvió a encontrar en el cine su bote salvavidas. Entonces actuar era una distracción para alejarse de su adicción a la heroína y su dolor por la muerte de su hijo mayor, que falleció a los 23 años por una sobredosis de drogas.
Junto a su hermano Julius, Curtis terminó en un orfanato, lo que convirtió a la pareja en un dúo inseparable que volvió al hogar familiar semanas más tarde. Pero la tragedia se volcó sobre él: un fatal atropello acabó con la vida de Julius cuando Curtis tenía 12 años. Le tocó identificar al cadáver. La traumática experiencia dejó el guión de la vida del actor escrito: sólo se tenía a sí mismo
Pero Hollywood falló en no darle un Óscar, objetaba él, aunque fue nominado a uno como mejor actor por Los fugitivos (1958). Cuando abandonó el sueño de la estatuilla dorada, se entregó a su verdadera pasión, la pintura, y a apoyar a su última esposa, Jill, 46 años menor que él, en un proyecto para rescatar a caballos de los mataderos y los maltratos.
EFE (Los Angeles)
imagen Fotografía de Bernard Schwartz (Tony Curtis) a los seis meses de edad - 1925 - FMR
cinta: portada de sus memorias: American Prince . - 2009 -
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