viernes, 31 de mayo de 2013

¡AQUELLA INEFABLE AGONÍA!

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©Sitios en el Corazón - J.D.Salinger fotografiado por Anthony Di Gesu - Manhattan - 1952


 
fragmento de:  El corazón de una historia quebrada
 
Todos los días Justin Horgenschlag, auxiliar de imprenta con un sueldo de treinta dólares semanales, veía muy de cerca a aproximadamente sesenta mujeres a las que nunca había visto antes. Así, en los cuatro años que llevaba viviendo en Nueva York, Horgenschlag había visto muy de cerca a unas 75.120 mujeres distintas. De estas 75.120 mujeres, algo así como 25.000 tenían menos de treinta años de edad y más de quince. De las 25.000 sólo 5.000 pesaban entre cuarenta y siete y cincuenta y siete kilos. De estas 5.000, sólo 1.000 no eran feas. Sólo 500 eran razonablemente atractivas; sólo 100 eran realmente atractivas; sólo 25 podrían haber inspirado un largo, despacioso silbido. Y de sólo una se enamoró Horgenschlag a primera vista.

Bien, existen dos clases de femme fatale. Existe la femme fatale que es una femme fatale en todos los sentidos de la palabra, y existe la femme fatale que no es una femme fatale en todos los sentidos de la palabra.

Se llamaba Shirley Lester. Tenía veinte años (once menos que Horgenschlag), medía un metro y sesenta y tres centímetros (lo cual le dejaba la cabeza a la altura de los ojos de Horgenschlag), pesaba 53 kilos (ligera como una pluma para llevarla en brazos). Shirley era taquígrafa, vivía con su madre, Agnes Lester, una vieja entusiasta de Nelson Eddy, a la cual mantenía. Respecto a la belleza de Shirley, la gente a menudo la describía así: «Shirley es tan mona que parece un retrato».

Y en el autobús de la Tercera Avenida, una mañana temprano, Horgenschlag controló a Shirley Lester, y se sintió un guiñapo. Todo porque la boca de Shirley estaba abierta de un modo curioso. Shirley estaba leyendo un anuncio de cosméticos en el tablero de la pared del autobús: y cuando Shirley leía, a Shirley se le aflojaba ligeramente la mandíbula. Y en ese breve instante en el que la boca de Shirley estuvo abierta y los labios estuvieron separados, Shirley fue probablemente la más fatal de todo Manhattan. Horgenschlag vio en ella un seguro curalotodo contra el gigantesco monstruo de soledad que le había estado rondando el corazón desde que había llegado a Nueva York. ¡Oh, aquella agonía! La agonía de estar controlando a Shirley Lester y no poder inclinarse y besar, los labios separados de Shirley. ¡Aquella inefable agonía!


 
 
Traducción de Javier Marías.
Título original: The Heart of a Broken History. Apareció en Esquire Nº 16, en septiembre de 1941.
 
 

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