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©Andy Hixon
La idea de aburrimiento en Winnicott implica la ausencia de una vida creativa: el sentimiento de que nada tiene sentido, de que la vida no merece la pena ser vivida.
Lo aburrido o lo fútil corresponde, por tanto, a la no vida, al sinsentido de la vida, al vacío existencial; está ligado a la sumisión y a la imitación.
Lo vincula a un desarrollo emocional cautivo, por carencia ambiental, en el que el individuo es incapaz de generar un gesto espontáneo. En consecuencia, le otorga un carácter patológico.
El aburrimiento –o sus sinónimos: el tedio vital, el hastío o la apatía– se opone a todo lo que este autor valora: lo dinámico, lo activo, lo espontáneo, lo creativo, en suma, todo lo que representa lo vivo, a todo lo que implica sentirse real, estar vivo.
Javier Lacruz Navas
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