sábado, 15 de octubre de 2011

ANTIPSICOANÁLISIS


Houellebecq en Grecia presentando Enemigos Públicos


"Véronique estaba en ‘análisis’, como suele decirse; ahora me arrepiento de haberla conocido.
Hablando en general, no hay nada que sacar de las mujeres en análisis.
Una mujer que cae en manos de un psicoanalista se vuelve inadecuada para cualquier uso, lo he comprobado muchas veces. NO hay que considerar este fenómeno un efecto secundario del psicoanálisis, sino simple y llanamente su efecto principal.

Con la excusa de reconstruir el yo los psicoanalistas proceden, en realidad, a una escandalosa destrucción del ser humano. Inocencia, generosidad, pureza... trituran todas estas cosas entre sus manos groseras.
Los psicoanalistas, muy bien remunerados, pretenciosos y estúpidos, aniquilan definitivamente en sus supuestos pacientes cualquier aptitud para el amor, tanto mental como físico; de hecho, se comportan como verdaderos enemigos de la humanidad.

Implacable escuela de egoísmo, el psicoanálisis ataca con el mayor cinismo a chicas estupendas pero un poco perdidas para transformarlas en putas innobles, de un egocentrismo delirante, que ya sólo suscitan un legítimo desagrado. No hay que confiar, en ningún caso, en una mujer que ha pasado por las manos de los psicoanalistas. Mezquindad, egoísmo, ignorancia arrogante, completa ausencia de sentido moral, incapacidad crónica para amar: este es el retrato exhaustivo de una mujer ‘analizada’.

Tengo que decir que Véronique coincidía, punto por punto con esta descripción. La quise tanto como pude; lo cual representa mucho amor. Ahora sé que derroché ese amor para nada; habría hecho mejor rompiéndole los brazos. No cabe duda de que ella tenía desde siempre, como todas las depresivas, disposición al egoísmo y la falta de ternura; pero el psicoanálisis la transformó de forma irreversible en una verdadera basura, sin tripas ni conciencia; un desperdicio envuelto en papel satinado.


Recuerdo que tenía un tablón blanco donde solía apuntar cosas del tipo ‘guisantes’ o ‘planchado’. Una tarde, al volver de la sesión, anotó esta frase de Lacan: ‘ Cuanto más desagradable seas, mejor te irán las cosas.’. Sonreí; y me equivocaba. En aquella frase, la frase no era más que un programa; pero Véronique iba a aplicarla punto por punto.

Una noche en la que ella no estaba, me tragué un frasco de Largactyl. Luego me entró el pánico y llamé a los bomberos. Tuvieron que llevarme a urgencias, hacerme un lavado de estómago, etc. En resumen, que me faltó un pelo para quedarme en esa. Y la muy guarra ( ¿Cómo llamarla si no?) ni siquiera fue a verme al hospital. Cuando volví ‘a casa’, si puedo llamarla así, todo lo que se le ocurrió como bienvenida fue que yo era egoísta y lamentable; su interpretación del acontecimiento es que me las había arreglado para causarle preocupaciones añadidas, y ella ‘ya tenía bastante con sus problemas de trabajo’. La repugnante muchachita llegó incluso a decirme que estaba intentando hacerle un ‘chantaje emocional’; cuando lo pienso, lamento no haberle trinchado los ovarios. En fin, ya es cosa del pasado."


Michel Houellebecq - fragmento del libro:  
Ampliación del campo de Batalla

Nota:  en algunos casos sucede tal cual lo describe Houellebecq. En otros no. Depende del psicoanalista, del paciente. No siempre es así.
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