jueves, 18 de noviembre de 2010

PRISIONEROS DEL FUTURO (28)

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Gilles Deleuze. El Devenir.

Captar el Devenir a partir de un lenguaje del Ser es una tarea ardua.

Cuando decimos que “un niño deviene adulto”, tendemos a entender ese movimiento dentro de la lógica del ser. Colocamos los dos extremos “niño” y “adulto” y el “devenir” en medio: vuelven a ser importantes en esta frase los dos polos de contornos fijos “niño” y “adulto” y lo que pasa en medio queda de nuevo desdibujado, no es sino el tránsito de un punto fijo a otro punto fijo. Sabemos lo que es un niño y lo que es un adulto, pero poco o nada sabemos del movimiento por el que se pasa de niño a adulto. Empujados por esa misma lógica deseamos que los pasajes sean rápidos, porque en los términos de partida y de llegada está lo fundamental.
Para expresar la vida, para no aprisionarla, habría que pensar cambiando la frase “el niño deviene adulto” por “el devenir adulto de un niño”, en la que hacemos sujeto a un predicado, o inventar un verbo que expresara dicha relación, como por ejemplo el verbo “adultear”. No se puede hablar así, pero quizás sí se puede empezar a pensar así, en pensar en un mundo en el que no hay árboles y casas y adultos y niños y hombres y mujeres y políticos y profesores, sino donde se “arbolea”, se “casea” ,se “adultea”, se “niñea”, se “hombrea”, se “mujerea”, se “politiquea”, se “profesorea”. Lo importante es lo que está pasando.
Ver siempre, siempre las cosas por el medio, por donde transitan, porque lo que transita es la vida, algo más fuerte que cualquiera de nosotros, más fuerte que los sujetos que somos. Lo importante no es si soy una mujer sino si “mujereo” porque el movimiento de “mujerear” es uno de los movimientos vitales que puede avanzar a través de mí.



Y aún aquí reside otra dificultad vinculada a nuestra manera de entender el devenir. Incluso pensando en los términos antedichos –“el devenir adulto de un niño”-, concebimos el devenir como un movimiento de imitación, el niño para devenir adulto debe hacer como el adulto: restituimos, de esta manera, la primacía a “ser niño” y “ser adulto”. Sigue siendo para nosotros fundamental la pregunta “¿en qué te estás convirtiendo?” y, así dicha, esta pregunta se convierte en otra forma de la pregunta de siempre: “¿qué eres?”. Seguimos en la lógica del ser.


Para salir de esa lógica hay que pensar el devenir no en términos de “hacer como” sino de “dejar hacer”. No imitar, sino dejarse contagiar. En la imitación no hay cambio ni movimiento, hay niños y hay adultos. En el contagio hay fusión y la posibilidad de que surja algo nuevo. El devenir “adultear” cambiará al pasar por ese niño, al combinarse en él con otros movimientos. Si yo “mujereo”, ese devenir me cambia a mí y cambia a las mujeres. Dice Deleuze:

..."Devenir es como una boda entre dos reinos"...


Maite Larrauri -  El deseo según Gilles Deleuze
en la fotografía Gilles Deleuze a los tres años con su hermano mayor

ver El Quiasma del Devenir
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