El beso más famoso de los varios que retrató Robert Doisneau en las calles de París fue tomado (y dado) en la terraza del Hotel de laVille, el 1 de abril de 1950.
Una anónima pareja se besa apasionadamente ante la pasividad de los paseantes que les rodean, y son inmortalizados por la Rolleiflex de uno de los fotógrafos más conocidos de la Francia de la época, que estaba trabajando en un encargo de la revista Life sobre amantes parisinos.
Durante muchos años se consideró esta imagen como una preciosa muestra de lo espontáneo del amor, y todo un icono del París romántico. Hasta que a finales de los 80, Jean-Louis y Denise Lavergne vieron la foto y pensaron que eran los protagonistas de la misma: estuvieron en esa misma calle ese mismo día, y con ropas muy parecidas. Así lo dijeron públicamente, e incluso fueron filmados para un documental sobre Doisneau. Hasta que se les ocurrió pensar que con el romanticismo de la historia no era suficiente, y decidieron ir a juicio para recibir parte de los derechos de autor de la imagen, que afirmaban había sido "robada" por el fotógrafo.
Muy convencidos no deberían estar, porque en 1992 se supo que la anónima pareja no era tan anónima, aunque sí que era pareja: Françoise Bornet y su novio por aquel entonces, Jacques Carteaud, estudiantes de teatro en una escuela cercana a donde fue tomada la foto, fueron "reclutados" por Doisneau en el mismo café desde el que se tomó la famosa imagen para que posaran besándose, repitiendo una escena, el fotógrafo los había visto anteriormente y se decide a pedirles que posen. La pareja fue fotografiada también en distintos lugares de la ciudad, durante casi medio día. La prueba de esta afirmación era irrefutable: una impresión original, firmada por Doisneau, que el fotógrafo regaló a la señorita Bornet pocos días después de realizada la foto. Fotógrafo y modelos habían guardado el secreto durante cuatro décadas, hasta que lo revelaron en el juicio iniciado por los Lavergne.
Francoise Bornet
El romance entre Bornet y Carteaud apenas duró unos cuantos meses, pero su beso sigue siendo todo un símbolo del amor romántico y de París, especialmente desde que a finales de los 80 Rapho (la agencia para la que trabajó Doisneau y que posee los derechos de la imagen), la lanzara como poster y vendiera en unos pocos años más de medio millón de copias, el cual aún sigue decorando miles de habitaciones adolescentes (bueno, suponiendo que los adolescentes aún sigan colgando posters en sus habitaciones). El original propiedad de Françoise Bornet fue subastado en abril de 2005, alcanzando la nada despreciable suma de 155.000 euros, pagados por un coleccionista suizo anónimo, con los que la ya septuagenaria dama pensaba financiar una productora de documentales. Jacques Carteaud, el mozo protagonista, que fue viticultor, falleció hace algunos años.
La imagen, aparte de aparecer en millones de objetos de merchandaising, ha inspirado incluso una obra de teatro y fue la imagen que ilustró la campaña con la que París se postuló por los Juegos Olímpicos de 2012.
La foto de una pareja besándose ondea en el cartel de la exposición París en libertad.
Aquel retrato se hizo allí mismo, ante el Ayuntamiento de la capital francesa hace más de medio siglo. De la trasera de ese mismo edificio parte ahora la cola de viejos y jóvenes que esperan horas girando por la calle de Rivoli para poder ver las fotos de Robert Doisneau en la que es la muestra estrella del otoño en la capital francesa. La larga espera es una suerte de homenaje, 12 años después de su muerte, al hombre que fabricó con El beso un icono, la Mona Lisa de la fotografía. Francia ha hecho de su célebre Beso un fetiche nacional. El retrato de Doisneau, protagonista de la campaña para los Juegos Olímpicos 2012 de París es un emblema, y Doisneau, otro. Una cincuentena de escuelas llevan su nombre en Francia. Se le han dedicado más de un centenar de libros y varias películas. Su obra adorna millones de tarjetas postales, de agendas y calendarios, y del cartel de El beso se han vendido más de 500.000 ejemplares en todo el mundo. Doisneau llevó bien esta popularidad tardía: “Todo antes que la indiferencia”, solía decir.
El ramo de nardos Más besos por R.Doisneau
La doisneaumanía alcanza también a los originales de sus fotos. En la galería Claude Bernard, de París, sus fotografías oscilan entre 6.000 y 8.500 euros, excepto El beso, que alcanza los 25.000 euros. Algo insospechado para un Doisneau que vivió modestamente, en su apartamento de siempre, en Montrouge, en las afueras de París, desde 1937 hasta su muerte, entre sus negativos, mientras el mundo que captaba se extinguía lentamente. Porque en la vida de Doisneau, la fotografía lo era todo, las veinticuatro horas del día.
Robert Doisneau (Gentilly, 1912 - París, 1994) fue durante seis décadas un pescador en las aguas tranquilas de la gran ciudad inamovible. Pacientemente esperaba el milagro. “Yo no he visto pasar el tiempo, estaba demasiado ocupado en el espectáculo permanente y gratuito que me ofrecían mis contemporáneos en cuanto se presentaba la ocasión de capturar una imagen al pasar”, afirmaba quien tenía a gala atrapar “los gestos corrientes, de gente corriente, en situaciones corrientes”. Doisneau nunca ridiculizó a quien fotografiaba. Su mirada captaba lo mejor, la ternura, la sonrisa. Fue ante todo un hombre bueno, que hizo de su pasión por atrapar la vida, un arte. Su timidez fue la clave de su éxito. Como temía acercarse a la gente, Doisneau renunciaba a los primeros planos. “En mis imágenes procuro encontrar en los personajes un espacio interior por donde corra el aire; es lo que en definitiva le da la vida a una fotografía”. Su Beso, de 1950, una narración visual con una fuerte carga simbólica: el beso de dos amantes representaba la esperanza de futuro de unos jóvenes en una Europa traumatizada tras la II Guerra Mundial.
El 25 de septiembre de 1993, Doisneau tomó su última foto. El 1 de abril de 1994, a la edad de 81 años, morirá dejando un legado fabuloso, más de 450.000 negativos, que sus hijas Francine y Annette cuidan celosamente. Y dicen que no pasa un día sin que una foto del gran Doisneau aparezca publicada en algún lugar del mundo.
Robert Doisneau por Sophie Bassols en 1989
"Describir es destruir, sugerir es crear"
Robert Doisneau
Mickey Rourke visitando la sepultura de Robert Doisneau,
en una fotografía de Guillaume Dambier de 1996
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