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(26/6/1901) Es horrible vivir en una época tan maldita, tan renegada, en que no es posible hallar un santo; no digo un hombre santo sino un santo que cure enfermos y resucite muertos y al que se pudiera preguntar: — ¿Qué es lo que espera Dios de mí, y qué es lo que debo hacer?
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"Los caminos de Dios están en el mar y en la profundidad de los abismos". Seguramente, ¡oh burgués!, estas palabras del salmista no te dicen gran cosa, hasta deben parecerte menos que nada. Sin embargo, si fuera tu contador quien las pronunciara, o tu abogado, inconcebiblemente iluminado de pronto, revelándote que tú mismo eres un abismo, por donde camina, cuando le place, el dueño de todos los abismos, si ocurriera ese milagro, ¿que dirías tú y qué sería de tu apetito?
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Causa espanto pensar que sobrevivimos en medio de una multitud de difuntos que se tienen por vivos; que el amigo, el camarada, el hermano con el que nos tropezamos por la mañana y que volveremos a ver por la noche, no es más que mera vida orgánica, apariencia de vida, una caricatura de existencia que no difiere en nada de cuantas se licúan en las sepulturas.
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Léon Bloy - fragmentos varios
miércoles, 21 de julio de 2010
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