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Nuestra angustia delante de la cara pintada se debe que ella nos es a la vez muy cercana porque aparece en un ser de nuestra especie, y muy lejana porque ella oblitera frontalmente lo que nosotros tendemos a reconocer como el atributo fisionómico esencial de la persona.
Nuestra angustia señala el "retorno de lo reprimido", esto que retorna es una formación primitivamente familiar, pero el trabajo de represión hace que su llegada sea angustiante.
El fantasma más arcaico es el del cuerpo fragmentado (dividido). El nos remite al estado que precede a la constitución de nuestro yo, donde las pulsiones no están todavía ligadas bajo el escudo de una instancia propia. Por lo tanto, las inscripciones tegumentarias de los primitivos, y muy especialmente las pinturas faciales, juegan impúdicamente con lo mismo que nosotros tratamos de conjurar: la disociación del cuerpo.
El estallido de la fisonomía, el imperio de las pulsiones parciales, la desintegración del yo, en fin, todas estas vitualidades patológicas a las cuales el adulto occidental es todavía susceptible de regresar. "Las playas de colores discontinuas, injuriosamente vivas y contrastantes descomponen el rostro, aislando los orificios y las protuberancias o al contrario las ignoran con toda desenvoltura" (Michel Thèvoz).Un principio esencial de nuestra cultura es la unidad y cierre del sujeto.
El tema del doble todavía está en nuestra imaginación como una amenaza interna de todas nuestras conductas simbólicas.
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Michel Thèvoz Le corps peint
ilustración : Vidya Kamat: india yakshagan performer
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