miércoles, 13 de julio de 2011

WINNICOTT Y EL INTELECTO



                                   Roland Topor - La grosse tête - 1970


Lo que llamamos intelecto, actividad mental , surge pasado un tiempo después del nacimiento, a partir de una psique-soma (una psique anclada en el cuerpo) que se desarrolla en un ambiente. Un ambiente que debe ser suficientemente bueno.
Al principio el ambiente tiene que adaptarse en un 100% a la necesidad del niño bebé, sino es así el estado de ser se interrumpe por la reacción ante una intrusión.
Con el tiempo esa adaptación total ya no es necesaria y una inadaptación gradual se vuelve provechosa, (inadaptación por otra parte inevitable)
El intelecto incipiente empieza a explicar la inadaptación (hasta donde puede), a hacerle un lugar y preverla (anticiparla) y es así que puede reconvertir la inadaptación del ambienta en adaptación.
Las experiencias son catalogadas, clasificadas, y vinculadas temporalmente. Mucho antes de que nos demos cuenta de que el niño piensa, su intelecto ya a comenzado a cumplir su función.
Por otra parte esta función intelectual es variable de un bebé a otro, puesto que el trabajo que la mente debe realizar no depende tanto de factores inherentes al ser y al crecimiento como a la conducta del ambiente o de la madre que cuida al bebé. Un manejo caótico (madre insana) causa confusión mental y un cierto tipo de deficiencia intelectual, en tanto que una tensión levemente exagerada a raíz de una inadaptación inicial puede provocar un hipercrecimiento intelectual (como compensación), y este tipo de desarrollo de la mente quizá sea aprovechado más tarde de forma valiosa, aún contando con la inestabilidad que produce este fenómeno, ya que se trata de un fenómeno reactivo más que inherente.
En un caso extremo, un hipercrecimiento intelectual exitoso ante la inadaptación del ambiente a sus necesidades se vuelve tan exitoso que la mente pasa a ser su niñera, que actúa como una madre sustituta que cuida del bebé que el niño tiene en su self.




En tal caso la mente tiene una función falsa y una vida propia, y domina al resto del niño, en vez de ser una función especial de éste. El resultado puede ser gratificante para los padres y maestros que disfrutan con la sagacidad del niño, pero desde la psicologá terapeútica sabemos la irrelidad que tiene una persona así desarrollada ( estamos ante un falso self muy eficiente).
Por eso los tets de inteligencia no nos dicen nada del crecimiento emocional de la persona.


Sergio Canadé - a partir del capítulo 7 de la tercera parte de
La Naturaleza Humana de Donald Winnicott
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