domingo, 31 de octubre de 2010

¿QUIÉN ES EVA JOLY? UNO



Nació en un entorno modesto y le sorprendió descubrir que:

 “aquellos que están en el poder, no son necesariamente más inteligentes, interesantes o fuertes, sino que simplemente tienen poder".

 Esta mujer que fue una importante magistrada francesa, nació en 1943 en el seno de una familia humilde de Oslo bajo el nombre de Gro Eva Farseth. A principios de la década de los sesenta se trasladó a Francia donde, mientras trabajaba como empleada doméstica, financió sus estudios de derecho. ("No es más que una sirvienta que se la da de burguesa", dijo un abogado de un importante estudio parisino para descalificarla). En 1967, se casó con un joven médico francés, Pascal Joly y, en 1980, pasó con notas sobresalientes los exámenes para entrar al sistema judicial francés. Una año después fue nombrada jueza suplente en la periferia de París, y con posteridad ascendida a jueza de instrucción del fuero financiero comercial. En 1990 pasó a formar parte de la Alta Corte de París como jueza investigadora.
Ahí comenzaría su particular cruzada contra la corrupción, que en Francia llegó a poner contra las cuerdas al Banco Credit Lyonnais, a la principal compañía de petróleo ELF-Aquitaine y a algunos políticos franceses.



.."Es un sistema, no un accidente", responde enérgica Eva Joly, una mujer menuda de apariencia frágil pero que detrás de sus gruesos lentes esconde una mirada dura. Esa mujer que, pese a las amenazas recibidas y a la campaña de difamación montada en su contra, hizo temblar a Francia cuando en 1996 envió a prisión al ex director general de la poderosa petrolera francesa Elf.
Desde entonces, su popularidad no dejó de crecer y su nombre se convirtió en símbolo de la lucha contra la corrupción. La instrucción de esta causa le exigió más de seis años de pacientes y dificultosas investigaciones. El proceso consiguiente, que concluyó en julio del 2003, significó la condena a prisión de varios políticos y empresarios del más alto nivel.
"El expediente Elf es el primero que se acerca a la República oculta", declaró la jueza en aquel momento.



En estas fotografías vemos una situación impresionante: Eva Joly realiza un allanamiento y la detención del ministro socialista de Asuntos Exteriores del gobierno de Mitterrand, Roland Dumas, el 27 enero 1998 .
Hay miles de millones de euros en juego.
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- ¿Cómo eran las presiones que recibió? ¿Tenían un toque del elegante estilo francés?

- "Hubo distintas etapas. Primero sí: podría decirse que las advertencias que me hicieron en reuniones amistosas eran bastante elegantes. Después hubo cosas menos elegantes: gente que se quedaba en la calle, frente a mi casa, coches que me seguían con una misma patente, el robo en mi despacho y en la casa de mi hijo. Recibí advertencias también del presidente de la Cámara de Apelaciones. La presión fue permanente y todo el proceso, muy cansador. Pero no por los trámites del expediente, sino por las quejas por supuesta violación del secreto de sumario o de domicilio cuando ordenaba un allanamiento y por las declaraciones negativas y muy mentirosas en la prensa. Todo esto implicó que durante tres años tuviera que vivir con guardaespaldas en mi casa y salir con chaleco antibalas".

¿Cómo pudo soportar esas presiones?

- "La idea de abandonar por las presiones algo que usted empezó no está bien. Además, hay personas que confiaron en usted y que en el expediente dijeron cosas difíciles y peligrosas. Ellas corrieron ese riesgo porque pensaron que yo haría algo con esa información. Y abandonar hubiese sido traicionarlas. No hubiera podido volver a mirar a los ojos a los empleados y policías".

En 2002 fue nombrada Europea del Año por Reader’s Digest. Su vida ha sido llevada a la gran pantalla a través del film “L'Ivresse du pouvoir” ( Borrachera de poder) de Claude Chabrol con Isabelle Huppert en el rol.

Joly volcó su experiencia en el libro "Impunidad, la corrupción en las entrañas del poder" (Fondo de Cultura Económica). Es un texto que debería usarse en escuelas y universidades, escribió el juez español Baltasar Garzón en el epílogo.



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