viernes, 2 de noviembre de 2018

Lo que disfrutamos


Helen Keller

"Lo que disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos"

Helen Keller

Sergio, Carmela, Juan, Martina y Mariana en San Rafael 1996




martes, 9 de octubre de 2018

El arte de amar



"El primer paso es tomar conciencia de que el amor es un arte; si queremos aprender a amar debemos proceder de la misma manera que si queremos aprender cualquier otro arte, como la música, la pintura, la carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería"

Erich Fromm







lunes, 30 de julio de 2018

Te desperté



Yo te gusto porque he roto tu soledad, te he recogido precisamente ante la puerta del infierno y te he despertado de nuevo.”

Hermann Hesse

lunes, 9 de julio de 2018

FRASES DE ARTHUR RIMBAUD


©Ernest Pignon

Cuando el mundo se reduzca a un solo bosque negro para nuestros cuatro ojos asombrados, — a una playa para dos niños fieles, — a una casa musical para nuestra clara simpatía, — te encontraré
 
No quede aquí abajo más que un viejo solo, tranquilo y hermoso, rodeado de «un lujo inaudito», — y abrazo tus rodillas.

Sea yo quien haya cumplido todos tus recuerdos, — ¿quién retrocede? Estamos muy alegres, — ¿quién se cae de ridículo? Cuando somos malísimos, — ¿qué harían con nosotros?

Engalánate, danza, ríe. — Nunca podré tirar el amor por la ventana

Egon Schiele - Chica con un vestido azul - 1911

He tendido cuerdas de campanario en campanario; guirnaldas de ventana en ventana; cadenas de oro de estrella en estrella, y bailo.

El alto estanque humea de continuo. ¿Qué bruja va a salir por el poniente blanco? ¿Qué violentas frondosidades van a ponerse? 

Mientras los fondos públicos se consumen en fiestas de fraternidad, repica una campana de fuego rosa en las nubes.
 
Avivando un agradable sabor a tinta china un polvo negro llueve suavemente sobre mi velada. — Amortiguo las luces de la araña, me tumbo en la cama, y vuelto hacia el lado de la sombra os veo, ¡niñas mías! ¡reinas mías!

en Iluminaciones - 1886
Traducción: Ramón Buenaventura



   Egon  Schiele - Wally con una blusa roja -1913 


Publicado por Sergio Canadé el 13 de mayo de 2013


sábado, 16 de junio de 2018

Tus ojos

Autora: Loli Iñiguez. 2017
Técnica mixta sobre papel. 15 X 15 cm.
De la serie Retratos de incertidumbre

Más importante que la ciencia es su resultado,
una respuesta provoca cien preguntas.

Más importante que la poesía es su resultado,
un poema evoca cien actos heroicos.

Más importante que el reconocimiento es su resultado,
el resultado es dolor y culpa.

Más importante que la procreación es el hijo.
Más importante que la evolución de la creación es la
evolución del creador.

En el lugar de lo imperativo está el emperador.
En el lugar de lo creativo está el creador.
Un encuentro de dos: ojo a ojo, cara a cara.
Y cuando estés cerca arrancaré tus ojos
y los colocaré en el lugar de los míos.
y tu arrancarás mis ojos
y los colocarás en el lugar de los tuyos,
entonces te miraré con tus ojos
y tú me mirarás con los míos.

Así hasta la cosa común sirve al silencio y
nuestro encuentro es la meta sin cadenas:
El lugar indeterminado, en un momento indeterminado,
la palabra indeterminada al hombre indeterminado

J.L. Moreno
Psicodrama. Ediciones Hormé 1961. Página 17.

Este post está dedicado a Sergio en su "no cumpleaños"

lunes, 28 de mayo de 2018

La mancha

Una mirada. 1995. Óleo sobre lienzo. Autora: Loli Iñiguez
La mancha
Primer Premio De Relatos Cortos Amull 2018
Autora: Mª Dolores Iñiguez Ibáñez
Una vez, hace años, me presenté a un concurso y gané el primer premio. Hasta entonces mis padres habían hecho muchos sacrificios para costearme la carrera de Bellas Artes, el año de Erasmus en Amberes y el máster en Barcelona; ya no estaban dispuestos a seguir; tendría que encontrar trabajo o volver al pueblo, allí disponía de espacio y tranquilidad para crear, pero yo sentía que tal medida supondría un retroceso en el proyecto de vida que mi fantasía había forjado. Con el dinero del premio podría tirar un tiempo en la ciudad y ablandar a mis padres que, a la sazón, estaban muy contentos y orgullosos de que su hijo hubiese ganado la Bienal de Artes Plásticas.
Tenía amigos que a su vez tenían amigos que me presentaron a doña Regina, una señora que, también deslumbrada por el premio, estaba dispuesta a alquilarme un estudio grande, en pleno centro, con un par de habitaciones al fondo, baño y cocina, justo lo que necesitaba: espacio de trabajo y vivienda. Era como un sueño. Podría quedarme un año (lo que yo necesitaba), pero después tendría que dejarlo dado que la usuaria habitual, hija de doña Regina, regresaría, no se me dijo de dónde.  Para mí era un buen acuerdo que me permitiría elaborar la obra que iba a exponer al año siguiente en una de las principales galerías de la ciudad (la exposición también estaba incluida en el premio de la bienal).
El proyecto expositivo llevaba por título La casa inmaculada y consistía en una serie de piezas de papel desplegable, una especie de maquetas que representaban una metáfora del ser interior. El título venía dado por la idea de que todos, en el fondo, somos inocentes; por lo mismo, las maquetas serían todas blancas y estarían muy ocupadas por habitaciones, objetos, jardines y laberintos también blancos; la iluminación, que habría que estudiar con todo detalle, sería la encargada de darle variedad y movimiento a las piezas. Mi nuevo estudio se llenó de papeles blancos, mates, satinados, finos, gruesos, brillantes, nacarados, marfil; texturas diversas. Comencé el trabajo lleno de entusiasmo e inspiración lo que me llevó a avanzar mucho más de lo previsto; al cabo de veinte días ya tenía dos maquetas definitivamente terminadas. Las deposité en un hueco del estudio, una especie de habitación de tres paredes, donde también había almacenadas obras y cajas de la hija de doña Regina. Pero cuál no sería mi sorpresa al terminar la siguiente obra e ir a guardarla.
—¡No puede ser! —mis trabajos anteriores tenían cada uno una mancha azul. Miré al techo y estaba limpio, sin restos de agua ni humedad ni color; no había explicación al fenómeno, pero lo peor era que mi problema no tenía arreglo a pesar que me devané los sesos buscándolo; hubiera sido una chapuza cubrir las manchas de blanco, como esos escritos donde se camuflan con Tipp-Ex los errores; hasta se me ocurrió la idea de pintar las maquetas completas de azul, para ello repasé las cartas de colores de todos los fabricantes de pinturas conocidos, pero ninguna ofrecía ese azul que, además, parecía estar integrado en la materia, no se trataba de ningún pigmento; cambiaba con la luz, la orientación y la distancia desde la que se lo observaba.
Estaba tan extrañado, tan confuso, que decidí hacer varias pruebas a ver qué pasaba: lo primero fue cubrir las manchas con otros papeles blancos, a modo de alfombritas. Seguí haciendo mis maquetas y las deposité en el cuartito-depósito, así pude ser testigo de que las manchas iban creciendo con el tiempo, aunque estuviesen cubiertas. No obstante, continué con mi trabajo porque el suceso, a esas alturas, me estaba produciendo más fascinación que desánimo.
Un día se me ocurrió curiosear en las cajas y en los cuadros de mi predecesora lo que me llevó a un mayor desconcierto: todos los cuadros, todos los cuadernos y los objetos eran azules, del mismo azul…llegado a este punto decidí indagar en el fenómeno para lo cual me personé en el domicilio de doña Regina. La mujer, que residía en la planta alta de mi estudio, en una amplia vivienda lujosamente decorada, me recibió un poco asustada. Una vez en el salón, mis ojos quedaron pegados a un cuadro que colgaba en la pared principal, se trataba de un retrato que representaba a una joven de ojos azules, piel blanca, labios pintados de bermellón, con la pintura corrida, como si una mano la hubiese garabateado por el rostro; pero cuando vi el pelo, negro intenso, con un mechón azul en el lado izquierdo de la cabeza, me quedé mudo. Doña Regina, comprendiendo lo que me pasaba se apiadó de mí, me dijo que el cuadro que tanto me impresionaba era un autorretrato de su hija y me habló de ella. Treinta años atrás, un ocho de diciembre, doña Regina había dado a luz a una niña y, por la costumbre familiar de ponerles a los hijos el nombre del santo del día, la habían llamado Inmaculada; la niña había nacido con una mancha azul en el lado izquierdo de la cabeza. La abuela paterna exclamó al verla:
—Cuando se le quite esa mancha va a salirle ahí mucho pelo —, pero la otra abuela aseguró que no, que esa mancha no se le iba a quitar nunca, que viviría así invariablemente. Lo cierto fue que en esa parte de la cabeza la mancha permaneció idéntica…sin pelo.
Salí muy impresionado de esta entrevista. Me quedaba mucho por averiguar ¿Dónde estaba ahora Inmaculada? ¿Qué significaba el autorretrato? Los mismos amigos que me facilitaron el contacto para encontrar el estudio consiguieron que me reuniese con Clara, muy amiga de ella, que amplió mi perspectiva del asunto. Al parecer Inmaculada había tenido una relación amorosa que la había llevado al borde de la locura. El hombre, muchos años mayor que ella, había jugado con sus sentimientos; en una ocasión, en un ataque de simpleza, le había dicho a la joven, a esa mujer tan sensible, cultivada y llena de pureza:
—Todas las mujeres son iguales —ella, pasmada ante tamaña estupidez, le contestó con otra necedad.
—Todos los hombres son iguales —lo que provocó en él una reacción inesperada; pasó un dedo por los labios de ella y le dispersó la pintura por la cara que quedó llena de rayones bermellón.
—Esto no te lo ha hecho ningún hombre —declaró a continuación y se la quedó mirando para concluir exclamando:
—¡Ahora sí que estás bonita! —no era burla, él lo sentía de verdad, estaba mejor así, desarmada, manchada, sin máscaras; este hecho fue muy impactante para Inmaculada que no estaba preparada para estos juegos; ella, que había sido educada en las formas perfectas, que había pintado sus labios con una barra de Christian Dior de ese color tan buscado para realzar la blancura de su rostro, tan escogido como su ropa, su peinado, no pudo soportarlo. Durante los días que siguieron se fue dejando dominar por la melancolía y comenzó la expansión del azul en su vida, empezando por el mechón de pelo que brotó de la mancha de su cabeza.
—Ahora vive recluida en un centro privado, una residencia en el campo, inaugurada recientemente, pensada y diseñada como las antiguas clínicas de reposo. Gente con dinero, que sufre crisis nerviosas o de identidad, ingresa en ella, alejándose de familiares, amigos y conocidos durante un año, como en una especie de año sabático, allí cada cual recibe la atención que necesita –me informó Clara.
Me moría de ganas de visitar a Inmaculada, pero me resistí a hacerlo en aras de su salud, debía respetar el tratamiento. Ya tendría ocasión de conocerla más adelante.
Proseguí con mi trabajo con una humildad que nunca había conocido. Creo que mis maquetas fueron adquiriendo vida propia, como si una mano me guiase; cada vez eran más grandes y creo que más bellas, cada una con una mancha azul de diferente tamaño, por orden de antigüedad. Finalicé la obra y presenté la exposición en la fecha prevista, aunque hube de cambiarle el título, pasaría a denominarse La mancha.
Le mandé una carta invitándola a la inauguración, una larguísima misiva llena de emociones y confidencias; no me importaba el éxito, no me importaba la crítica, ni el dinero, lo que añoraba era conocer a esa mujer que había habitado mi espacio (en realidad era yo el que había habitado el suyo) y que me había transmitido su espíritu. Mientras el público hacía preguntas y mostraba admiración por mi ingenio, yo soñaba con verla llegar.
Llevamos veinte años juntos, Inmaculada y yo… desde aquel día…
Se presentó en la sala de exposiciones vestida de naranja, con un turbante que cubría su pelo, paso suave, como una pluma, mirada insondable, sonrisa traviesa, franca. Vino directa a mí, había sido un descanso para ella poder compartir su mancha con un extraño, saber que no estaba sola en aquel mundo sin sentido, presa del azul. En ese momento recordé un sueño que había tenido años atrás:
 “Me hallaba situado en la parte superior de un muro muy alto, yo era una especie medusa reptando para no caerme. El muro estaba en medio del campo y separaba dos espacios muy diferentes: el de este lado, de donde yo venía, era oscuro y conocido, anodino; el del otro, resplandeciente, intenso, limpio, nuevo... todo estaba lleno de enredaderas cuajadas de flores de todos los colores, sentía mucho miedo. Miré a lo lejos y vislumbré un cielo fosforescente que me hechizaba, llenándome de paz y esperanza. Dentro del propio sueño me dije a mí mismo:
—¡Tengo que llegar al azul!”.
Nada más ver a Inmaculada, aún antes de que hablásemos, supe que ya me encontraba al otro lado del muro.
Medusa. Óleo sobre lienzo. 1992. Autora Loli Iñiguez


domingo, 1 de abril de 2018

La fascinación



“Lo que hay entre nosotros es la fascinación, y la fascinación reside en nuestro ser por igual, tanto si eres un hombre como una mujer, la fascinación reside en saber que somos iguales”
M.D.






Dibujo a lápices. 8 x 11 cm. Loli Iñiguez
Recuerdo en el tercer aniversario de la partida de Sergio Canadé.

jueves, 22 de marzo de 2018

Prisión de amor


Imagen de Filosofía de la Realidad
Lascia ch'io pianga es un aria compuesta por Händel. En principio fue usada para Il trionfo del Tempo e del Disinganno con otra letra "Lascia la spina, cogli la rosa" ; posteriormente, Händel la introdujo en la ópera Rinaldo donde la cantaba el personaje de Almirena. El éxito de Rinaldo hace que esta aria sea más conocida por esta ópera que por la que le dio origen.

Aquí hemos escogido una versión del contratenor Philippe Jarousssky especialmente bella.



Lascia ch'io pianga
mia cruda sorte,
e che sospiri
la libertà;
e che sospiri...
e che sospiri...
la libertà.

Il duolo infranga
queste ritorte
de' miei martiri
sol per pietà;
de' miei martiri
sol per pietà.

Deja que llore
mi cruel suerte,
y que suspire
por la libertad;
y que suspire...
y que suspire...
por la libertad.
Que el dolor quiebre
estas cadenas
de mis martirios
sólo por piedad;
de mis martirios
sólo por piedad.